miércoles, 30 de enero de 2013

DÁDIVAS QUEBRANTAN PEÑAS

     Seguro que esta sentencia, este refrán tiene que sonarle bastante a muchas personas. Era una muestra de los cuadernos de caligrafía que, por los años 50, teníamos que hacer los escolares como tareas en casa. Eran los ejercicios caligráficos que se exigían a los estudiantes que se iniciaban en el bachillerato de entonces.

    Pues bien, en mi niñez rellené varias decenas de aquellos cuadernos. Cuando me tocaba rellenar la página de "Dádivas quebrantan peñas" se me hacía más larga de lo normal y la causa era porque yo no entendía lo que significaba aquella frase. Un buen día decidí preguntarle a una profesora el significado y me respondió con una evasiva muy usual en aquellos años:

       - Eso no te lo puedo explicar, porque no lo entenderías a tu edad.

    Pasó algún tiempo hasta que cayó en mis manos un pequeño diccionario y tuve la oportunidad de consultar el significado de aquella palabra un tanto misteriosa para mí. Decía el diccionario:

       - Dádiva: cualquier cosa que se regala graciosamente. Y a continuación: acometer con dádiva = acometer con dinero.
    
   Tampoco el diccionario me aclaraba mucho las cosas con el "graciosamente" y  el "acometer" y decidí no darle más vueltas.

   Pero hace unos días ha llegado a mis manos inesperadamente uno de aquellos cuadernos de mi niñez. He abierto con cuidado sus tapas azules y he comprobado que en su interior permanecía intacta, casi desafiante, la misma bella muestra caligráfica: "Dádivas quebrantan peñas".

   Ahora, a estas alturas, no he tenido que preguntar nada. Sé y he comprendido
dolorosamente que la frase no quiere decir otra que con dádivas, con buenos regalos, se pueden abrir muchas puertas. Que con dádivas (con dinero, con comisiones en versión actual) se puede conseguir casi todo: desde un puesto de trabajo que otros merecen más hasta una licencia que ni el mismo diablo se atrevería a dar; desde un trato de favor bochornoso hasta una justificación injustificable; desde un "déjalo de mi cuenta, que es amigo mío", hasta un "verás cómo traga".

  Y he comprendido dolorosamente muchas cosas. Que el viejo refrán del cuaderno caligráfico no debería olvidarse porque está en pleno vigor.  Que se debería exponer, como vergonzoso recordatorio, en la entrada de todos los organismos privados y públicos. Y que todos, todos deberíamos escribir cien veces cada mes la escueta muestra caligráfica para no dejarnos sorprender ni corromper por el inmenso poder del dinero.

 Dádivas quebrantan peñas, y justicias, por más señas.  Lo estamos viendo. Mucho ojo.